¡Queda tiempo para amar?

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ENTREVISTA: RYUICHI SAKAMOTO Pianista y compositor

«Ya no queda tiempo para amar la música»

http://www.elpais.com/articulo/cultura/queda/tiempo/amar/musica/elpepicul/20111115elpepicul_5/Tes

 

Charles Bukowski

 

«No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!»

 

«La gente no necesita amor, lo que necesita es triunfar en una cosa o en otra.»

 

«Yo no analizo jamás, me limito a reaccionar… yo ando con todos mis prejuicios. jamás intento mejorarme o aprender algo. No soy uno que aprende, soy uno que evita.»

 

«Si ocurre algo malo, bebes para olvidar, si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo, y si no pasa nada, bebes para que pase algo»

“La vida es todo lo agradable que se lo permitas”

 

“Nada hay tan aburrido como la verdad.”

 

“Casi todos nacen genios y los entierran tontos”

 

“El intelectual es un hombre que dice una cosa simple de un modo complicado, un artista es un hombre que dice un a cosa complicada de un modo simple”

 

“La fe está bien para los que la tienen. Mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda fluya”.

 

«La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las ordenes.»

 

Más frases http://www.taringa.net/posts/arte/933644/Frases-e-ideas-de-Charles-Bukowski.html

Fragmento sobre Kundera

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La primera novela de Milan Kundera, La broma, es la historia de cómo una ironía leída por quien no debería –escribir en una postal “El optimismo es el opio del pueblo”– arruina la vida de su protagonista en la Checoslovaquia comunista. La última, La fiesta de la insignificancia –que su editorial en España, Tusquets, saca a la calle el 2 de septiembre– relata en uno de sus capítulos como Stalin relata una historia que puede ser, o no, un chiste, aunque descubrirlo no es sencillo: si por casualidad no es un chiste y es un delirio de dictador, puede costar la vida al que se ría a destiempo. En medio, transcurre la vida de uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX, cuya existencia podría ser definida como una gran lucha contra un mundo que ha perdido el sentido del humor…..

La vida y la obra del narrador, de 85 años, han estado marcadas por aquella represión, que le llevó al exilio, a cambiar de país, de nacionalidad (François Mitterand le concedió la ciudadanía francesa en 1981, a la vez que a Julio Cortázar, después de dos años como apátrida ya que los checos le habían retirado la suya en 1979) y, finalmente, de lengua: sus últimas cuatro novelas están escritas directamente en francés. El autor se fue recluyendo poco a poco desde mediados de los años ochenta, cuando el éxito de La insoportable levedad del ser le hizo mundialmente famoso, apartándose de la mirada pública y de la prensa, de lo que llama los “estragos de la sociedad de la transparencia”, un proceso que se ha profundizado desde que fue acusado en 2008 de haber sido un delator bajo la dictadura comunista, un cargo que rechazó rotundamente en su primera declaración pública en 30 años (un párrafo dictado por teléfono a la agencia checa de noticias). Pero, como demuestra La fiesta de la insignificancia, hay algo de lo que Kundera nunca se ha olvidado: ni de la literatura, ni de los buenos chistes….

 

Los amigos cercanos del escritor respetan el muro de silencio con el que ha decidido protegerse del mundo exterior y evitan contar cualquier detalle sobre su vida. “Es un hombre muy secreto”, asegura Jean Daniel. “Mi amistad con ellos viene del hecho de que soy una tumba, es un pacto de amistad y un pacto de editora”, explica por su parte Beatriz de Moura, su editora española en Tusquets, traductora de sus libros del francés y que, junto a su compañero ya fallecido, Toni López Lamadrid, estableció una profunda amistad con el novelista y con su esposa. “Los periodistas se convirtieron casi en una obsesión, pensaba que siempre van a la noticia fácil, tenía mucho miedo a ser malentendido, también por los traductores. Pensaba que los medios tenían muchísimo poder, su postura fue que se hable de su obra”, señala la traductora y escritora checa Monika Zgustova, que también trató mucho al autor de El libro de los amores ridículos. “Su vida es perfectamente normal, pero tiene que defenderse de la sociedad del entretenimiento”, asegura Fernando de Valenzuela, periodista, traductor al español de la obra en checo de Kundera y gran amigo del novelista.

Hace décadas que no concede una entrevista y es una pena porque la conversación con Roth, publicada en El oficio. Un escritor, sus colegas y sus obras (Seix Barral), es una auténtica joya: “El totalitarismo no es sólo el infierno, sino también el sueño del paraíso”; “Una novela no afirma nada: una novela busca y plantea interrogantes”. En marzo de 1982, viajó a Madrid para presentar El libro de la risa y el olvido y concedió una entrevista a este diario, a Rosa María Pereda, en la que también se muestra un interlocutor lúcido pese a que arrastraba una gripe tremenda. “No me siento cómodo en el papel de disidente”, aseguró entonces, cuando la caída del Muro de Berlín y el final del mundo comunista parecían una quimera. “Me veo a mí mismo como uno de los últimos artistas de la gran cultura centroeuropea, que está a punto de ser masacrada. Porque lo que está pasando en Europa Central es precisamente la masacre de su cultura. Imagine que a principios de siglo la cultura centroeuropea era el verdadero centro de la cultura europea. Todo proviene de allí: el psicoanálisis, el estructuralismo, la dodecafonía, el teatro del absurdo… Todo ello está a punto de terminar porque esta parte de Occidente está incluida en otra civilización, el Este. El choque cultural es aún más fuerte que el político”.

En el otoño de 1983 concedió una serie de entrevistas a Christian Salmon, que publicaría en The Paris Review y que se han convertido en un clásico de los estudios literarios. En 1985 The New York Times publicó una larga conversación con la escritora experta en el mundo soviético Olga Carlisle, que describía su domicilio “como un pequeño apartamento con vistas a los tejados de Montparnasse”. “Lo que da personalidad a su salón son las pinturas modernas, surrealistas, que cuelgan de sus paredes. Algunas son de artistas checos, otras del propio Kundera”. Describe a Vera, su esposa, música y compositora, como “una guapa morena con el pelo corto” y asegura que la fama ha irrumpido en su vida en forma de constantes llamadas y peticiones de “televisiones europeas, directores de teatro y de cine”. Es Vera quien atiende el teléfono. “Alto y delgado, vestido con un viejo jersey azul, Kundera parece un hombre que se siente a gusto consigo mismo”, prosigue la periodista que relata como el propio novelista le acompaña caminando al hotel, “un corto paseo en medio de la ruidosa noche parisina”. Dos días después los Kundera le invitaron a comer codorniz en salsa de enebro al estilo checo. El matrimonio Kundera no se muestra huraño en ningún momento, más bien todo lo contrario. “La vida, cuando uno no puede esconderse de los demás, eso es el infierno y lo sabe cualquiera que haya vivido en un país totalitario”, confesó entonces en una frase que, desde su refugio, tiene mucho sentido. Aquella entrevista, junto a una preciosas imágenes de Milan y Vera Kundera en ese mismo salón tomadas por el fotógrafo siciliano de Magnum Fernando Scianna, fueron los últimos momentos públicos del escritor antes de reclamar su derecho a esfumarse. Le Monde cuenta que todavía es posible verle pasear por las calles del distrito sexto de París (el Barrio Latino) donde vive, por el Jardín de Luxemburgo –donde transcurre una escena crucial de su última novela– o tomando un vodka en el bar del mítico hotel Lutetia, que acaba de cerrar durante tres años para unas largas renovaciones. Pasa también temporadas en una casa de las afueras de París. Leer más en http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/25/babelia/1406303366_269657.html

Humor del otro lado de la cortina de hierro (historias vivas de Kundera )

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Kundera nunca se ha olvidado: ni de la literatura, ni de los buenos chistes. “Aprendí a valorar el humor durante la época del terror estalinista”, aseguró en 1980 en una entrevista con el novelista Philip Roth, una de las últimas que concedió antes de desaparecer de la escena pública. “Tenía veinte años. Para identificar a alguien que no fuera estalinista, al que no hubiera que tener miedo, bastaba con fijarse en su sonrisa. El sentido del humor era una señal de identificación muy fiable. Desde aquella época, me aterroriza la idea de que el mundo está perdiendo el sentido del humor”.

Los chistes son un ángulo magnífico para contar la historia del comunismo en Europa Oriental y la URSS: “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente” “¿Cómo se llama una orquesta sinfónica soviética a la vuelta de una gira por Occidente? Un cuarteto” “¿Se puede envolver un elefante con un diario? Sólo si recoge íntegro un discurso de Kruschev” “¿Cómo visitan los rusos a sus amigos? En tanque” (este último es un chiste checoslovaco de 1968). El periodista Ben Lewis escribió un ensayo delicioso sobre el tema, Hammer & Tickle (algo así como El martillo y las cosquillas, un intraducible juego de palabras entre sickle –hoz– y tickle –cosquillas–) en el que recoge la historia del escritor checoslovaco Jan Kalina, autor del primer estudio sobre el humor bajo el comunismo, 1001 chistes. Kalina escribió su libro aprovechando la apertura que antecedió a la Primavera de Praga y lo envió a imprenta, pero justo en ese momento no había papel. Cuando por fin llegó, los tanques soviéticos ya habían arrasado el estallido de libertad checoslovaco, y los impresores se pusieron a trabajar en los libros que tenían en lista de espera, sin mirar su contenido. El ensayo salió a la calle en 1969, vendió 25.000 ejemplares en dos semanas –el tiempo que tardaron en darse cuenta las autoridades de que su contenido no les hacía ninguna gracia– y su autor fue detenido y sometido a un proceso, tras el que fue condenado a dos años de trabajos forzados por “publicar un libro satírico que insulta con crudeza el estado y la sociedad de la República Checoslovaca y su solidaridad con la Unión Soviética”.

Mucho de literatura y fino trino

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Un Beckett destructor

Podrán algunos aprender de las cartas del escritor porque asistimos a la creación de una poética radical

El Boomeran(g)

El gran blog literario en español, con su escaparate de novedades y audios y vídeos de la actualidad editorial

‘El castigo sin venganza’ se convierte en un hito en el célebre teatro londinense

Un día en los míticos estudios Abbey Road en las sesiones de ‘limpieza’ de los 69 discos que grabó

Contestador de Cortázar en Soho

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http://www.soho.com.co/vida-soho/articulo/el-contestador-de-julio-cortazar-por-ricardo-bada-soho/8367

El escritor Ricardo Bada recuerda cómo Cortázar contestó su llamada cuando quiso hablar del Nobel de Literatura concedido ese año a Gabriel García Márquez

El jueves 21 de octubre de 1982, a pocos minutos del mediodía europeo, sonó mi teléfono en la redacción de la Radio Deutsche Welle, en Colonia, Alemania, ciudad donde sigo sobreviviendo. Era mi jefe, para comunicarme algo que acababa de saberse, que el Nobel de Literatura de ese año le había sido concedido a Gabriel García Márquez: ¿no podría yo fabricar —»sobre el pucho» (es decir: ya)— un programa especial de media hora, ad hoc?

[Cinco minutos más tarde, y como estímulo a improvisar ese programa lo más pronto posible, me preguntaba el jefe de otro servicio latinoamericano de la emisora: ¿no tendría yo ganas de viajar a Estocolmo en diciembre, para transmitir la entrega del Premio]

Ni corto ni perezoso me enclaustré en un despacho de la redacción, cerrado a cal y canto, y eché mano al teléfono. Tenía los auriculares puestos, el magnetofón a punto, y una lista de números y nombres al alcance de la mano. Durante más de una hora llamé y llamé sin pausas: a París de la Francia y a Deyá de Mallorca, a Madrid y a Barcelona, a Toulouse…

Y estuve conversando sobre García Márquez con José Manuel Caballero Bonald, el escritor español que residió muchos años en Colombia por la época cuando se cimentaba el renombre de Gabo; con Paco Porrúa, el argentino que acometió la hombrada de publicar en Sudamericana, con cuatro años de diferencia, Rayuela y Cien años de soledad; con otro argentino, Osvaldo Bayer, a quien se debe la epopeya de La Patagonia rebelde; con Severo Sarduy, el cubano que fue responsable de que Cien años se tradujese al francés; con Óscar Collazos, a quien no preciso presentarles; con el poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, autor de Entre Marx y una mujer desnuda; con Mario Benedetti, el uruguayo; con el paraguayo Augusto Roa Bastos; y, last but not least, con la poeta salvadoreña Claribel Alegría, coautora con su esposo, Bud Flakoll, de una novela estremecedora —Cenizas de Izalco— sobre la masacre de los campesinos acaudillados por Farabundo Martí, durante la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, un generalote teósofo y vegetariano.

Solo debo precisar que mi primera llamada había sido a Julio Cortázar, en París. Pero ahí me respondió su contestador automático informándome en francés, con la voz del Gran Cronopio: «Julio Cortázar no se encuentra en casa por el momento. Si lo desea, puede dejar un mensaje después de oír la señal sonora». Y luego un ¡bip! escueto. De modo que le dejé un mensaje explicándole el objeto de esa llamada y diciéndole que aún quedaban un par de horas hasta la emisión del programa, que lo volvería a intentar.

Lo hice al terminar el resto de mi maratón telefónica, y otra vez el aparatico automático y el ¡bip! Ahora le dejé el mensaje de que lo intentaría de nuevo una hora antes de la emisión, y me puse a editar el material que había grabado. Ya casi al cierre, fue mi tercera llamada al 00331.824-6138, pero volvió a salir el mayordomo autómata, y en ese momento lo decidí: registraría la voz de Julio en su contestador. Y así, cerré el programa informando a mis oyentes de que también procuramos obtener el testimonio de Cortázar, pero con el siguiente resultado: sencillamente les hice oír la cinta pregrabada de JC en su criada respondona automática.

Menos de año y medio después, el 12 de febrero de 1984, Osvaldo Soriano me telefoneaba desde París para decirme que Julio acababa de morir, y no hice nada más que colgar el tubo cuando ya estaba sonando de nuevo el teléfono. Mi jefe: ¿no podría encargarme yo, por favor, de escribir la necrológica de Cortázar, para el programa de esa noche?

La escribí, sí, la escribí doliéndome cada palabra que escribía. Y sin que sepa de dónde me vino la idea, de repente me vi escribiendo este final: «Ya no vendrá. Ya no volveremos a escuchar su voz en el contestador automático, cuando llamábamos a su apartamento de París», consignando a continuación el código del archivo de un corte, para el técnico que me iba a grabar. El corte, claro está, era ese registro, gracias al cual, casi fantasmagóricamente, Julio nos seguía pidiendo —después de muerto— que le continuáramos dejando mensajes.

En mi grabación le pasé uno, después del ¡bip!: «Pero el mensaje te lo dejo igual, Julio, que te quedaste anclao en París. El mensaje es el de siempre. Los cronopios no mueren. Vos, Julio, tan solo saltaste una casilla más en la rayuela de tu vida. Del infierno tan temido, te marchaste a la gloria para siempre».

En algún lugar de su extensa obra, el doctor Castaño Castillo ha dejado dicho, de manera muy generosa, que ese ha sido el mejor programa de radio en la historia de este medio. Con todos los respetos, a mí me bastaría pensar en la adaptación por Orson Welles de La guerra de los mundos, de H.G. Wells, para convencerme de que no. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro: de que quizás siga siendo la única necrológica que aún hoy, al oírla a más de veintitrés años de la muerte de Cortázar, nos vuelve a poner el corazón en un puño cuando escuchamos la voz del Gran Cronopio.

La vigencia de Cortázar está fuera de cuestión

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http://www.dw.de/releer-a-cort%C3%A1zar-es-una-alegr%C3%ADa-may%C3%BAscula/a-17870201

 

.Julio Cortázar cumpliría 100 años el 26 de agosto de 2014.

ulio Cortázar cumpliría 100 años el 26 de agosto de 2014.

A la hora de celebrar los 100 años del escritor argentino Julio Cortázar, parece no ser necesario, al menos a primera vista, resaltar su formato como hombre de letras para América Latina. En Argentina se llevan a cabo gran número de actividades y eventos que ofrecen a los lectores la posibilidad de releer su obra, recordar su vida, y tienden al público joven un puente hacia el imaginario de sus relatos.

En Alemania, sin embargo, el eco del “Año Cortázar” no retumba demasiado fuerte. Sin duda, Julio Cortázar ha tenido una gran influencia en las obras de toda una generación de escritores argentinos, y su herencia como parte del boom se extiende también a toda América Latina. No solo es un referente de las letras hispanoamericanas, sino que “también ha sido y es aún muy leído en Alemania”, dijo el Dr. Frank Wegner, lector del departamento de Literatura Latinoamericana de la editorial Suhrkamp en entrevista con Deutsche Welle.

Julio Cortázar. (Foto de Sara Facio). Julio Cortázar. (Foto de Sara Facio).

Su gran diversidad de temas es lo que lo convierte en un autor universal. Pero esa universalidad, al cumplirse 100 años de su nacimiento, se ha “canonizado”, según Wegner, con lo cual, como en toda canonización, se produce al mismo tiempo un efecto de “museización”, es decir, que el autor pasa a ocupar una esquina estática en el panorama de la literatura.

Según Wegner, ese fenómeno se puede comprobar en base a las cifras de venta: “En el lectorado alemán el interés y el entusiasmo por Cortázar y su obra es constante, pero no demasiado grande”. “Creo que, para el lector alemán educado, proveniente de la clase media instruida alemana –o lo que aún queda de ella- Cortázar es un referente de la literatura del siglo XX, una fuente de inspiración, pero ciertamente no es un escritor que llegue a las masas”, aclara.

“Rayuela” y el Cortázar fantástico

En círculos intelectuales alemanes, la obra más difundida del escritor es, de seguro, “Rayuela”, dice Wegner, la gran antinovela, que hizo estallar las formas de la novela tradicional, una obra anárquica y cumbre de la literatura moderna. “Pero Sin embargo, Cortázar es más conocido y más amado en Alemania por sus cuentos”, añade. “Es el Cortázar fantástico, el del humor paradójico y hasta dadaísta el que todos recuerdan”.

Michi Strausfeld, experta en literatura latinoamericana de Fischer Verlag y puente cultural entre Alemania e Iberoamérica.Michi Strausfeld, experta en literatura latinoamericana de Fischer Verlag y puente cultural entre Alemania e Iberoamérica.

En opinión de Michi Strausfeld, experta en literatura iberoamericana en la editorial Fischer y antologista del boom durante los años 70, la actualidad de Cortázar, tanto en Alemania como en otros países, está fuera de todo criterio de mercado. “La vigencia de sus temas y de su literatura es extraordinaria”, dijo a Deutsche Welle, y coincidió con Wegner en que eso se debe “en especial a sus cuentos, que tocan temas cotidianos con los que el lector se identifica”. No obstante, según ella, las cifras de venta de Cortázar no pueden compararse con las de otros autores del boom. “El lector alemán no es muy adepto a las formas literarias breves como, por ejemplo, el estadounidense. La cultura del cuento es más fuerte en el continente americano que en Europa”, señala la experta.

¿Borges o Cortázar?

Si se lo compara con Borges, los lectores alemanes prefieren claramente a Cortázar, no solo por considerar a Borges “más elitista”, sino también por el hecho de que la literatura de Cortázar alcanzó mayor popularidad, llegando incluso al cine, como en el caso de “Las babas del diablo”, un cuento que fue llevado a la pantalla grande por Michelangelo Antonioni con el título de “Blow up”.

Suhrkamp es la única editorial en el mercado del libro alemán que aún provee de obras del autor: “Cortázar siempre fue un autor latinoamericano destacado en esta editorial, uno de los más importantes de Suhrkamp”, subraya Wegner. “Con motivo de la

Dr. Frank Wegner, responsable del Lectorado de Literatura Latinoamericana de Suhrkamp Verlag. Dr. Frank Wegner, responsable del Lectorado de Literatura Latinoamericana de Suhrkamp Verlag.

presencia de Argentina en la Feria Internacional del Libro de Fráncfort reeditamos obras suyas ya agotadas, y para el centenario de Cortázar, editamos Los autonautas de la cosmopista, de Julio Cortázar y Carol Dunlop, en nuestra serie Bibliothek Suhrkamp”, explica. La editorial no espera un aumento en las ventas de la obra de Cortázar con motivo del aniversario, pero “seguramente sus libros se seguirán vendiendo como hasta ahora, con solidez”. Especialmente las cifras de venta de “Rayuela”, así como de sus volúmenes de cuentos, denotan que en Alemania el interés por el escritor no decae.

¿Interesa todavía Cortázar a los lectores alemanes en tiempos de internet y de la cultura de digestión rápida? Para Frank Wegner, internet no ha cambiado las buenas costumbres de lectura ni la búsqueda de autores de valía, y no ha remplazado al libro impreso. «Lo que se lee en la red son novelas de entretenimiento», opina. “Cortázar sigue siendo interesante, sin duda alguna”, dice, por su parte, Michi Strausfeld. “Conocer a Cortázar por primera vez es un placer, y releerlo, una alegría mayúscula”. Según ella, Cortázar “jamás va a perder vigencia. Como dijo alguna vez Pablo Neruda, ‘quien no lee a Cortázar está perdido’ ”.

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